sábado, 9 de abril de 2011

Prescripción, consejo, INDICACIÓN.

Cuando estamos frente a una persona abordando problemáticas graves en su vida, y muchas veces bastante íntimas y personales, hemos de ser prudentes al elegir las palabras que vamos a utilizar y la manera de plantear los temas que tratamos. Es un ejercicio de empatía para prevenir una respuesta estándar a nuestra intervención, ya sea verbalmente o en la actitud, y es: "¿Quién eres tú para decirme lo que tengo que hacer?" o sus variantes: "Tú, chaval, más joven que yo, me dices lo que tengo que hacer", "Yo ya soy adulto y hago lo que quiero con mi vida", "Nadie me manda" o "¿por qué tengo que hacerte caso?", por ejemplo.

Ante esta situación se plantean dos reflexiones:
1- La primera, es que en cierto modo así es: qué estamos diciendo a esta persona y cómo lo estamos diciendo; ¿somos exhortativos?¿somos invasivos?¿estamos obviando al usuario?
2- La segunda: ¿cuál es el peso de nuestras palabras? ¿qué autoridad tenemos para decir lo que estamos diciendo a esta persona? ¿Haría yo lo mismo en su lugar? Probablemente.

Para abordar esta cuestión en primer lugar debemos reflexionar sobre nosotros mismos y pulir nuestra actitud y destreza en el trato personal, y en segundo lugar usar estrategias clínicas válidas, y para esto voy a hacer distinción de varios términos: prescripción, consejo e indicación.

Opino que las tres técnicas pueden utilizarse en terapia, pero para desactivar el desafío o duda del usuario podemos explicar el significado de cada una:

1- Prescripción: (diccionario: orden, mandato). Los médicos suelen prescribir, los líderes, las jerarquías o profesionales que poseen una solución exclusiva, también quienes asumen responsabilidades. Si prescribimos a un usuario no hay negociación posible: "has de hacer esto si quieres solucionar tu problema. Lo tomas o lo dejas". La responsabilidad recae en el usuario: el médico te receta (o prescribe) una medicina. Si tú no la quieres tomar es cosa tuya. El criterio del médico es unilateral. Puede utilizarse este abordaje en contratos terapéuticos, o en directrices muy concretas por parte de un director, coordinador, tutor, etc. pero opino que en el cara a cara, en cita, en terapia, es un abordaje invasivo, agresivo. Las reacciones más probables son o aceptación total (sumisión) o rechazo.

2- Consejo: ya se sabe que los consejos o se toman o se dejan, son gratuitos. (diccionario: opinión o parecer que se da o toma para hacer o no una cosa). Damos consejos constantemente a compañeros, familia y amigos...pero no a pacientes. Creo que en intervención clínica debemos evitar dar consejos, especialmente en el abordaje de tratamientos. Claro que podemos dar consejos, pero siempre de forma subjetiva sobre temas triviales, como parte del vínculo o relación terapeuta-usuario. Y cuando nos pidan opinión sobre un tema relevante, aclarar que es precisamente eso: una opinión, no una indicación.

3- Indicación (o indicación terapéutica): precisamente este es el término más propio para abordar la terapia en general (diccionario: comunicación o explicación mediante indicios y señales || recomendación hecha por un terapeuta para seguir un tratamiento). La indicación no es una orden: el usuario tiene capacidad de elección sobre cómo desea o puede integrar o participar del tratamiento, por eso no es prescripción, pero tampoco es un consejo; el consejo es subjetivo, gratuito, pero la indicación no: está basada en datos objetivos, es un planteamiento razonable fruto de una exploración rigurosa. Un consejo no necesita explicaciones, pero una indicación sí, y creo además que debemos siempre explicarlo, tanto a los profesionales del equipo (en la elaboración de un PIR, por ejemplo, en la planificación de una intervención, etc) como a usuarios: "dadas las circunstancias y abordado el problema podemos plantear esta intervención, y te voy a explicar por qué, en qué consiste, por qué puede funcionar, en qué se basa, etc." Probablemente es la mejor forma de dar sentido a una intervención. Yo no tengo que convencer a un paciente de nada, él no tiene que demostrarme nada: yo le presto un servicio y debo justificar mi intervención con rigor, él se convencerá solo y de esta forma podrá implicarse en un tratamiento o rechazarlo. El uso y la aclaración sobre una indicación favorece guiar la intervención a través de la objetividad y el sentido común.

Dejémoslo aquí por hoy. Y seamos honestos y humildes: son virtudes indicadoras de fortaleza, no de debilidad.