jueves, 18 de octubre de 2018

¿Qué hace un TO en salud mental?

Esta semana una persona me hizo una consulta porque necesitaba responder a esta pregunta, aparentemente sencilla de responder pero compleja en realidad (al menos hacerlo de forma breve). Comencé a buscar algún documento que pudiera servirle, definiciones, etc… pero finalmente opté por coger papel y bolígrafo y redactar un sencillo texto que me salió así, tal cual, y que a continuación transcribo para compartirlo:

¿Qué hace un TO en salud mental?

El TO forma parte del equipo y complementa lo que otros profesionales pueden hacer con las personas atendidas y puede participar de todas las intervenciones clínicas durante todo el proceso de atención.

El TO tiene una filosofía particular: la ocupación. El TO cree que toda persona funciona de manera sana cuando mantiene ocupaciones que dan sentido a su vida.

Todas las personas participan en roles y ocupaciones en sus vidas. Lo deseable es que esa participación sea sana, activa y satisfactoria. Es lo que nos empodera y lo que nos hace crecer como personas íntegras.

Cuando la salud mental se ve comprometida, es probable que la participación en esos roles y ocupaciones se vea afectada, puede que durante un tiempo o puede que a largo plazo.

Generalmente la autonomía de la persona (en cualquier sentido) puede verse resentida o afectada, limitando o dificultando la participación.

¿Qué puede hacer el TO?

El TO utiliza estrategias y técnicas (como el resto de profesionales) para crear oportunidades de recuperación del desempeño (que es esa participación en roles y ocupaciones)

Es peculiar el sentido que el TO otorga a la actividad en sí misma, pero sobre todo al significado que tiene para la persona. Por tanto, el TO en salud mental aporta un sentido personal y significativo al abordaje que se realiza en el tratamiento de cualquier persona con cualquier problema de salud mental, en su recuperación y en el éxito individual en el que cree.


Dedicado a SDG.

sábado, 13 de octubre de 2018

Utilidades del Índice de Barthel en Salud Mental


Una de las herramientas más utilizadas en la evaluación de todo tipo de pacientes es el Índice de Barthel. Todos los terapeutas ocupacionales lo conocen desde primer curso de carrera, y no solo los TO, sino cualquier profesional relacionado. También en salud mental. De hecho, el Índice de Barthel habitualmente aparece en la mayoría de informes previos de la historia clínica por parte no solo de TO, sino de psiquiatras, psicólogos, enfermeros, etc. El motivo de este artículo es valorar la utilidad en recursos de rehabilitación psicosocial.

El Índice de Barthel –también conocido como Índice de Discapacidad de Maryland- es una escala que puede ser utilizada como screening o cribado, esto es, una evaluación para tener una idea general de la autonomía de la persona en AVD básicas. El uso como herramienta de cribado probablemente ocurra en un dispositivo donde un TO trabaja en su propio departamento y el profesional pertinente deriva a un paciente. El TO debe decidir si lo acepta o no (número de plazas disponibles, perfil adecuado, etc) y para ello realiza una primera evaluación muy general. Si lo acepta, realizará una evaluación mucho más exhaustiva. En España puede ser el caso de un hospital de día. Puede servir como información del momento del ingreso para compararla al alta, aunque la escala suele describir dependencia a medio o largo plazo.

La escala  evalúa AVD básicas, muy relacionadas con la funcionalidad orgánica, es decir, es probable que una discapacidad fisiológica o mecánica provoque disfuncionalidad en alguna o algunas de las AVD indicadas, a saber: comer, aseo personal, vestirse, bañarse, continencia (orina y heces), uso de retrete, deambular, transferencias y subir y bajar escaleras. Una persona que sufre un ictus, parálisis cerebral, una lesión medular, una enfermedad degenerativa, una amputación, encamamiento, lesiones articulares, daño cerebral, síndrome geriátrico, cáncer o demencia  probablemente tendrá dificultades en alguna o varias de estas actividades y se pueden presentar cambios en las AVD básicas, ya sea temporal o permanentemente.

Respecto a la salud mental, en recursos como viviendas supervisadas, centro de día, CRIS, CRPS, hospital de día y otros recursos ambulatorios las puntuaciones en el índice de Barthel suelen ser altas, con casos de dependencia leve y menos de dependencia moderada o severa, sobre todo en casos más graves, personas mayores con enfermedad mental crónica o personas con otras patologías graves asociadas. Uno de los motivos es que estos dispositivos no necesariamente están preparados para atender a personas con discapacidades graves, que puedan necesitar atención permanente, cuidados especiales o asistencia (incluso puede ser un criterio para no aceptar la derivación). Precisamente por eso sí es una buena herramienta en recursos residenciales o de larga estancia.

Puede haber casos de personas con movilidad reducida que usen silla de ruedas, por ejemplo (y el propio Índice lo contempla: en caso de que la persona utilice silla de ruedas la puntuación máxima es 90). Es posible que entren en juego otros factores. Por ejemplo, sintomatología en un caso de una persona que sufre depresión mayor o trastorno psicótico muy grave pueden ocurrir situaciones de abandono personal que queden reflejadas en la escala. Otro ejemplo, efectos secundarios de la medicación pueden provocar episodios de incontinencia. Para considerar dependiente a una persona en cualquiera de los ítems del Índice es importante tener en cuenta si es una situación transitoria o permanente o de larga evolución.

Aun así siguen siendo circunstancias puntuales, pocas veces persistentes en el tiempo, y francamente, la mayoría de usuarios atendidos en recursos de rehabilitación psicosocial mantienen un nivel de autonomía básica funcional. En algunos de los dispositivos en que he trabajado –excepto residencia- nunca menos del 90%. Por ello es necesario usar además otras valoraciones, ya que el Índice de Barthel por sí solo no ofrecerá una información relevante salvo cambios drásticos. Existen algunas escalas complementarias –o sustitutas- como el Índice de Katz, en mi opinión una herramienta igual de válida que yo mismo he utilizado.

Recogida de información para el Índice de Barthel

La escala se puede realizar en unos pocos minutos con algo de información previa (en informes, historia clínica, entrevista con familiares o la propia persona evaluada) y mediante observación directa. Es poco probable que la persona, familiares, cuidadores, otros profesionales que lo hayan evaluado o tratado o ninguno de ellos sea capaz de responder con mínima seguridad. Suele haber pocas discrepancias en los puntajes, lo que responde a situaciones muy evidentes, y el sesgo en teoría debe ser pequeño. Por ejemplo, es relativamente sencillo determinar si una persona necesita ser alimentada por otra persona o si puede hacerlo por sí misma. Y del mismo modo en el resto de ítems, que pueden contestarse en general con respuestas cerradas, como: “¿Necesita usted ayuda –ya sea parcial o total- para asearse, sí o no?”

¿Qué es lo peor que puede ocurrir? Que la información de que se dispone sea incompleta, confusa, no exista, sea contradictoria o esté sesgada o falseada (si se oculta parte de información, por ejemplo) o que directamente haya que evaluar sin conocer a la persona (creedme, puede ocurrir que nos lo pidan, solamente basándonos en informes). Entonces no sabremos determinar con exactitud la autonomía de la persona en cada item.

En este caso hay dos posibles soluciones, una de ellas es determinar nula la prueba, como no evaluable. La otra solución es la siguiente –siempre que haya una respuesta controvertida-: en los ítems con tres respuestas, se marcará el valor medio (5 puntos), en los de dos respuestas 0 puntos y en los items de transferencia y deambulación, que presenta 4 opciones, evaluar a la baja (esta estrategia permite mejorar la puntuación en la posterior revisión, lo cual siempre es más favorable y permite un mejor ajuste de expectativas que puntuar al alza y corregir a la baja, aunque no es más que una estrategia, tal vez prudencial).

Suponiendo que no pudiésemos certificar con seguridad la puntuación en todos y cada uno de los ítems –lo cual en principio es difícil que ocurra-, la persona evaluada marcaría una puntuación final de 40, por debajo de la media y marcando dependencia severa. Es más probable que existan dudas entre los límites de independencia total y dependencia leve o entre dependencia leve y moderada. En cualquier caso, se procedería a una evaluación mucho más exhaustiva para confirmar dicho grado de dependencia.

Se puede volver a valorar si ha pasado mucho tiempo (es interesante determinar cada cuánto se debe pasar la prueba según cada caso) o si han ocurrido cambios relevantes, ya que es una prueba poco sensible a cambios rápidos o cuadros clínicos muy inestables. En cualquier caso, es indispensable conocer esta herramienta y sobre todo, saber interpretarla y complementarla a lo largo de la evolución del caso. Se puede incluir en el PIR y también se puede realizar para otros informes y seguimientos individuales.

Como siempre, espero que estas observaciones sean de utilidad.

Enlaces recomendados sobre este tema: 
  1. https://meiga.info/escalas/IndiceDeBarthel.pdf
  2. http://www.sld.cu/galerias/pdf/sitios/rehabilitacion-doc/indice_de_barthel.pdf
  3. https://studylib.es/doc/6342179/indice-de-barthel-o-de-discapacidad-de-maryland


sábado, 15 de septiembre de 2018

Evidencia y registros de elaboración propia en AVD

Una de las herramientas más útiles para el Terapeuta Ocupacional cuando trabaja en Salud mental es el uso de la evidencia. En otras disciplinas los déficits y discapacidades se observan claramente (no solo el TO, sino cualquiera), y por tanto es más sencillo establecer objetivos y revisarlos e implementar estrategias de intervención. En salud mental no siempre es tan fácil, porque muchas problemáticas no se pueden observar a simple vista o en un primer momento. Aun así, hay algo que sí se puede observar, y es LA CONDUCTA, especialmente la conducta en cada una de las AVD. A partir de ahí, la observación directa minuciosa nos puede aportar información valiosa acerca de posibles déficits y así elegir un abordaje de intervención eficaz.

Para ello es casi imprescindible el uso de registros (recomiendo registros de elaboración propia, para ajustar la observación a la realidad exclusiva de cada persona) habituales, casi diarios, tanto en la evaluación inicial como en el seguimiento permanente y en la revisión de los planes de intervención. Habituarnos a usar de forma sistemática este tipo de registros nos va a aportar una información muy útil porque:
  1. Es real: son evidencias indiscutibles.
  2. Es completa: si el registro es riguroso aporta información inicial y su evolución a lo largo del tiempo.
  3. Aporta perspectiva: cuando hay muchos datos reunidos y cruzados la visión global del caso clínico suele aclararse y ofrecer una imagen general que puede explicar muchas de las realidades de la persona y orientarnos hacia el abordaje del caso.

Ejemplo práctico:

Hay que realizar una evaluación inicial a una persona que accede a un recurso de rehabilitación psicosocial. Se realiza entrevista a la familia y a la persona. Al hablar del aseo e higiene personal al parecer hay ciertas discrepancias, pues ambas partes refieren información incompleta o contradictoria. A pesar de ello, se evalúa con una evaluación estándar inicial (Katz, BELS, ILSS, etc) para disponer de un ítem de referencia en base a la información que aporta el usuario y la familia y los informes que disponemos, aparte de contrastar información junto con el resto del equipo y el propio ojo clínico.


A partir de entonces el TO diseña un sencillo registro para esta persona, a rellenar cada día que acude al centro (acude, pongamos, 3 días a la semana), ya que el propio terapeuta no puede estar presente en el domicilio de esta persona en los momentos de aseo e higiene personal.
Este registro puede ser realizado por iniciativa del propio TO o bien a petición de otro de los profesionales que lleva el caso, como el psicólogo, porque esté interesado en resolver una problemática relacionada, contrastar información o responder a una demanda de la familia.

Supongamos que se usa este registro durante tres meses, lo que implica un número de 36 registros (3 días a la semana x 4 semanas al mes). Existe una muestra significativa del registro de unas conductas muy concretas durante los 3 últimos meses hasta la fecha actual, lo que permite obtener ciertas conclusiones.

Por ejemplo, puede que de esos 36 días, no presenta suciedad en ropa ni cuerpo ni olor corporal al llegar al centro ninguno de los días, pero sí presenta suciedad en ropa y manos al marcharse del centro en 6 de esos días. Probablemente podamos considerar que el hecho de ensuciarse a lo largo del día (y no desde que llega de casa) sólo ocasionalmente puede considerarse poco significativo. Tal vez no es necesario marcar un objetivo muy ambicioso o simplemente realizar un seguimiento general por si la situación empeora. También puede servir para presentar esta información a la familia u otros profesionales y contrastar informaciones para tener una visión más ajustada de la realidad: “tal vez pensábamos que era un problema mayor de lo que es”, o bien “es un problema ocasional que puede tener fácil solución con un poco de seguimiento”.

Evidentemente, no es el mismo caso que el de una persona que registra suciedad al llegar y marcharse 36 de 36 días. El abordaje no es el mismo. Es una buena forma de evitar sensaciones generales acerca de la situación de las personas o ciertos problemas o guiarse por intuiciones que pueden alejarnos de soluciones reales. Eso sí, para que este trabajo tenga éxito el TO debe tener ganas y constancia, instaurándolo como una rutina diaria.

En mi propia experiencia profesional este tipo de herramientas han sido muy útiles, al menos para el propio trabajo del TO a la hora de evaluar e intervenir, y puede hacerse con cualquier AVD observable. Puede seer útil en recursos residenciales o de alta supervisión (residencias o pisos tutelados), pero especialmente en recursos donde no se dispone de tanto tiempo para tratar con la persona ni observar estas conductas.

miércoles, 7 de febrero de 2018

Registros de elaboración propia usando escala tipo Likert

En la práctica clínica es habitual la necesidad de tomar registros de diversa índole para realizar seguimientos, estudios descriptivos o programas que requieren de datos para el diseño de intervenciones.

Existen numerosas y variadas escalas para recoger distintos tipos de información, pero es muy recomendable saber crear un registro de elaboración propia, puesto que en muchas ocasiones se ha de registrar una realidad muy particular o realizar un seguimiento de una conducta individual.

Esto es relativamente sencillo si se tiene claro qué indicadores objetivos se van a usar. Además, se puede usar una escala de diseño propio, utilizando el modelo de escala tipo Likert. En los siguientes enlaces se define y explica cómo construir una escala de este tipo, muy útil en la práctica clínica:

Algunos ejemplos:

Si se quiere medir frecuencia (de la realización de una conducta, por ejemplo). En este caso el indicador que hay que establecer de forma cuantitativa es la frecuencia (una vez/día, una vez/sesión, 2 o más veces/semana, etc):

1  Nunca (indicar frecuencia)
2  Rara vez (indicar frecuencia)
3  Alguna vez (indicar frecuencia)
4  Casi siempre (indicar frecuencia)
5  Siempre (indicar frecuencia)

Una versión simplificada podría ser:

1  Nunca (indicar frecuencia)
2  A veces (indicar frecuencia)
3  Siempre (indicar frecuencia)

Para medir probabilidad.

1  Totalmente probable (indicar %)
2  Muy probable (indicar %)
3  Probable (indicar %)
4  Poco probable (indicar %)
5  Totalmente improbable (indicar %)

En este caso el indicador de probabilidad también debe determinarse de forma lo más aproximada posible, en función del número de ítems (si son 5 items como en el ejemplo, totalmente probable puede ser entre 80% y 100%; Muy probable entre 60% y 80%, etc. Si hubiera 3 ítems, muy probable podría determinarse entre 66% y 100%, probable entre 33% y 66%, etc.)

Para medir la consecución de un objetivo (de un programa, un taller, una actividad):

2 Lo consigue totalmente
1  Lo consigue parcialmente
0  No lo consigue

O para medir el grado de apoyo que una persona necesita:

3  Grado alto: ayuda física.
2  Grado medio: facilitar y organizar material. Seguimiento específico.
1  Grado bajo: instrucciones verbales. Seguimiento general.
0  Sin apoyo: No existe intervención del profesional

Además de esto, es necesario un conocimiento básico de estadística, para puntuar correctamente (por ejemplo, para no sumar ítems positivos y negativos) y sobre todo para convertir los resultados en datos numéricos que reflejen una realidad objetiva, cuantificable y que se pueda interpretar correctamente.

Ejemplo (basado en una experiencia real): necesito determinar la funcionalidad de un grupo de residentes para poder establecer objetivos de intervención para los profesionales que los atienden, por ejemplo, durante las actividades de aseo y vestido. Para ello decido crear un cuadrante basado en el índice de Katz y usaré la escala tipo Likert del último ejemplo:

3  Grado alto: ayuda física.
2  Grado medio: facilitar y organizar material. Seguimiento específico.
1  Grado bajo: instrucciones verbales. Seguimiento general.
0  Sin apoyo: No existe intervención del profesional

De este modo asigno un valor a cada residente en cada una de las áreas a evaluar (cabe reseñar que para asignar ese valor me guío por una serie de indicadores, es decir, evidencias que me sirvan para determinarlo, no solamente basado en el ojo clínico)


Basándome en esta misma tabla, podría determinar que el residente nº 4 es más dependiente y necesita más apoyo que el residente nº 1, y el residente nº 6 necesita más apoyo que el residente nº 3, si me guío por la puntuación total, entendiendo que todas las puntuaciones pueden ser acumulativas, ya que todas corresponden a un nivel determinado de dependencia en AVD. Esta información podría darse como válida para el equipo y así poder establecer objetivos y organizar intervenciones.


Animo a todos los Terapeutas Ocupacionales a que usen registros y escalas de elaboración propia, además de otras estandarizadas, para seguimientos diarios y recopilación de información para realización de informes, PIRES, programas, investigación, etc, ya que puede ser una herramienta verdaderamente útil. 

martes, 23 de enero de 2018

Evolución del funcionamiento psicosocial en pacientes con enfermedad mental crónica

En el caso de enfermedades degenerativas, como demencias, probablemente la evolución del funcionamiento psicosocial a lo largo del tiempo puede mostrarse de la siguiente forma:


Con cada recaída es posible una intervención para recuperar (tratamiento farmacológico, ingreso hospitalario, estabilización de síntomas) pero a lo largo del tiempo será imposible recuperar ciertas capacidades perdidas, lo cual afecta al nivel de funcionamiento global. En el caso de demencias o afecciones en las que existe destrucción celular (ya sea neurológica o de otro tipo) no se puede recuperar. El abordaje consiste en un mantenimiento de las capacidades conservadas, adaptación del entorno y medidas compensatorias.


En el caso de enfermedad mental crónica (más o menos grave) no necesariamente la evolución ha de ser así. Es posible que con una firma adhesión al proceso de recuperación y al tratamiento se pueda conseguir una estabilidad a lo largo del tiempo. Tras una crisis, que puede ser más o menos fuerte, es posible recuperar niveles previos de funcionamiento e incluso entrenar y mejorar otras capacidades. En este caso el abordaje incluye objetivos de mantenimiento pero también de recuperación.


Esta visualización de la evolución de la enfermedad puede dar pistas al equipo multidisciplinar para diseñar un programa individualizado de recuperación y adecuar los objetivos y las estrategias a seguir. Para ello será clave el conocimiento de la evolución clínica desde el comienzo de la enfermedad.

Existen numerosas herramientas para determinar el nivel de funcionamiento psicosocial.

La esquizofrenia es posiblemente la enfermedad mental más grave y con mayor impacto en la vida de las personas que la padecen. Es habitual distinguir claramente una antes y un después en el funcionamiento psicosocial tras el inicio y diagnóstico de la enfermedad. Aun así, siempre hay esperanzas de que una recuperación sea posible.